Con motivo del 16 de Abril, Día Mundial del Emprendimiento, reflexionamos sobre la importancia de aplicar la perspectiva o análisis de género en los procesos emprendedores.
El Informe Emprendimiento de Mujeres en España 2020-2021 pone de relieve algunas cuestiones significativas en relación al emprendimiento femenino. Como que la participación de las mujeres en la actividad emprendedora y empresarial es, a nivel mundial y salvo contadas excepciones, menor que la de los hombres. O como que en España la brecha de género en el emprendimiento se iba reduciendo progresivamente, pero se ha vuelto a incrementar tras la pandemia. Exceptuando la intención de emprender y de abandonar un proceso emprendedor, donde la brecha de género se ha reducido. Es decir, tras la pandemia las mujeres se plantean más el emprendimiento, aunque lo pueden hacer efectivo en menor grado.
Perfil de las emprendedoras y empresas de mujeres
En relación al perfil de las emprendedoras, se reafirma el hecho de que presentan niveles de renta inferiores a los emprendedores. También que su motivación principal para emprender es la obtención de ingresos y que acusan un mayor temor al fracaso.
En relación a sus empresas, se mantiene mayoritariamente su pertenencia al sector servicios, principalmente al comercio de bienes de consumo. También su tamaño más reducido, con un 11% menos de inversión que los proyectos puestos en marcha por hombres. Su financiación procede en un 66% de ahorros propios, seguido del apoyo de familiares y personas allegadas. La financiación ajena tiene un menor peso que en los proyectos de hombres. Y en sus procesos de consolidación también destaca un menor crecimiento.
Diferencias por sexo versus análisis de género
Los datos evidenciados a través de éste y otros estudios muestran el punto de partida sobre el que indagar para detectar las causas que subyacen tras dichos datos. Es decir, este tipo de estudios no realizan un análisis de género que nos permita identificar las causas y por tanto, aplicar las soluciones necesarias para equilibrar las desigualdades estructurales que mantienen dichas diferencias. Nos muestran dónde incidir, pero no cómo. Por lo que son un paso necesario, pero no suficiente.
Aplicando el análisis de género entendemos que, siendo la principal motivación hacia el emprendimiento la búsqueda de ingresos, con la crisis originada por la pandemia nos planteemos el emprendimiento en mayor medida. Porque nuestra realidad ha empeorado más con la crisis debido a nuestro mayor grado de vulnerabilidad. Por ello también nuestros obstáculos son mayores y, pese a nuestro mayor deseo de emprender, podemos realizarlo en menor medida que los hombres.
Prosiguiendo con el análisis, el mayor miedo a emprender, que también incide en el mayor abandono, está estrechamente vinculado, entre otras, con una menor autoestima. Que procede de la menor confianza social en las mujeres y que se evidencia en menores niveles de apoyo al proceso emprendedor por parte de nuestro entorno y de las entidades financieras.
Los mayores obstáculos también se deben a las mayores dificultades de conciliación, acuciadas con la pandemia. Y por supuesto, a la menor capacidad de ahorro, (derivada del menor índice de actividad, mayor dificultad para encontrar empleo, las mayores tasas de temporalidad y parcialidad, la brecha salarial o el trabajo en sectores más precarizados). Ello también afecta a nuestro miedo al fracaso, pues la recuperación económica en este supuesto también se vuelve más larga y difícil.
Podríamos proseguir, pero baste para identificar que análisis por sexo y análisis de género no son lo mismo. Y que para realizar una intervención eficaz en los procesos emprendedores de mujeres hay que trabajar, (entre otras cosas, pero siempre), sobre el empoderamiento, (aumento de la autoconfianza) y sobre la conciliación, (reducción del peso de las responsabilidades de cuidado que recae sobre las mujeres).